miércoles, 13 de mayo de 2009

Kobe Bryant y los Lakers aplastaron a los Rockets en el Juego 5 de la serie


Antes de empezar el quinto juego, la mirada de Kobe Bryant lo decía todo. Sentado en el banco de suplentes, observaba el centro de la cancha. Solo, pensaba. Y sólo pensaba.

Molesto, humillado, enojado. Cualquiera de estos calificativos sirve para describir lo que pasaba por la cabeza de la estrella de L.A. en ese preciso momento, que todavía sufría por los highlights de la paliza de los Rockets en el Juego 4.

Pero el básquetbol, todo un estado de ánimo, acostumbra a dar revancha. Sobre todo en época de playoffs, cuando las localías cambian y los públicos rotan la confianza. Y Kobe, en el Staples Center, se burló de la sombra que había sido en Houston. Por una noche -quien sabe, quizás por las que queden-, volvió a ser la chispa que encendió a sus compañeros, aplastando la defensa de Shane Battier, la de Ron Artest y la de quien se pusiera enfrente. Sin abrir la boca, dejó un mensaje claro: si los Lakers mantienen la regularidad, son candidatos serios.

Suena fácil, pero la regularidad es todo un tema para el equipo angelino. ¿Con qué versión nos tenemos que quedar? ¿Con la actitud del domingo o con la del martes? En sólo dos días, hubo un giro de 180 grados. Phil Jackson lo dijo tras la dura derrota en el Toyota Center: "Por momentos somos un equipo que necesita estar con la presión encima para responder".

Y el martes, esa espada de Damocles estaba sobre la cabeza del número 24.

"Realmente hicimos nuestros ajustes", dijo Bryant. "El último partido ellos jugaron un estilo distinto, corrieron más, y eso influyó. Tuvieron un gran comienzo y nunca nos pudimos recuperar. Esta noche fue distinto, defendimos mejor y en ofensiva hicimos jugadas colectivas", dijo Bryant.

Sigamos este concepto: los Lakers dependen demasiado de su estrella. En otras palabras, son Kobe-dependientes. Eso no significa que Bryant tenga que hacer 50 puntos para que su equipo gane, pero sí sucede que si él no juega un buen partido, sus compañeros no se contagian, no se inspiran. Les falta vuelo propio para salir a flote cuando el escolta estrella tiene una noche errática.

El martes, Bryant fue un violín afinado. Desde el minuto cero lo sacó a pasear a Battier y le explicó que lo del domingo había sido una casualidad. Le ganó fácil el eje de cancha en numerosas oportunidades, penetró, tuvo jumpers, tiros de tres puntos. En definitiva, hizo lo que se le ocurrió.

20 de sus 26 puntos se anotaron en el primer tiempo (cuando los Lakers alcanzaron una ventaja casi definitiva de 64-39). La suma total se desglosó en 20 unidades contra Battier (8-13 en TC) y seis al resto de los defensores (2-6 en TC).

Pero hay mucho más por decir de Bryant. Yendo a la política de embudo, tuvo un 60.1% en porcentaje real, ya que anotó 26 unidades de 19 tiros de campo y combinó con 6-6 en libres. Cuando Kobe tiene un porcentaje menor al 50% en TC, los Lakers sufren: reúnen en esa situación un récord de 2-7 en las últimas dos postemporadas. Pero cuando Kobe supera la media de porcentaje, los Lakers sonríen: mantienen un 19-3 en playoffs, incluyendo un 7-0 en el 2009.

Pero no podemos limitar todo a la actuación de Bryant. En primer lugar, los Lakers ganaron porque defendieron realmente mejor que en el cuarto juego, sobre todo en el perímetro. Esta vez, ni Aaron Brooks, ni Shane Battier, ni Ron Artest, pudieron hacer mucho para torcer el rumbo.

Houston perdió 17 pelotas en total, con una sumatoria de nueve en el primer tiempo.

"Tuvimos un par de minutos positivos, pero luego empezamos a perder el balón", dijo Artest. "Pero vamos a ajustar las tuercas. Eso es lo que siempre sucede con Houston Rockets".

La dupla Brooks-Battier, pasó de 57 puntos y 18-32 en TC (56.3%), con 9-19 en T3 en el Juego 4, a 19 unidades, 6-18 en TC (33.3%) y 1-7 en triples. Era lógico. Repito: no todos los días son domingo.

Los Rockets no pueden salvarse tirando triples. Cualquiera que haya jugado alguna vez al básquetbol sabe que el lanzamiento desde detrás del arco puede ser una alternativa, pero jamás una solución. Quizás se gane algún partido con tiros a distancia, pero ¿Una serie? No, descarten esa idea.

El martes, los Rockets lanzaron ¡5-29 en triples! Eso, para cualquier desprevenido, es un porcentaje de 17.2% de efectividad. Aunque claro, 29-89 en tiros de campo (33.2%) tampoco es un dato muy alentador.

Sinceramente, aún no se que película vio Artest para creer que es un gran lanzador a distancia. Tira mal parado, a los dos segundos de la posesión, y es un verdadero dolor de cabeza para sus compañeros, jamás para sus rivales. Quiere disfrazarse de Tracy McGrady (¿O quizás de Kobe?) y el traje le queda grande, casi ridículo. El martes tuvo 4-15 en TC, con 1-7 en triples. El domingo, 4-19 en TC, con 0-6 en T3. Entre los juegos 4 y 5, promedió 8.5 unidades, con 8-34 en TC (23.5%).

Increíble. Pero real.

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