La Virgen de la Altagracia es, para la mayoría de nuestra gente, una gran protectora del pueblo dominicano. Esta creencia ha perdurado durante tres siglos y medio en generaciones de católicos nacidos aquí y extranjeros que, embriagados de fe por esta advocación mariana, la han venerado con profunda devoción espiritual con la certeza de que es una madre amorosa que vela por sus hijos al extremo de concederles peticiones milagrosas.
Como madre espiritual de esta nación, todo lo relacionado a esta virgen ha provocado, en períodos diversos de nuestra historia, un interés particular en escritores que se han motivado a investigar en torno a esta advocación plasmando en libros todos sus conocimientos, pero, de todas esas literaturas, la más completa es la que ha escrito el historiador inglés, John Fleury, titulada: “Historia de la Virgen de la Altagracia”.
A Fleury le tomó casi una década realizar investigaciones en torno a la Virgen de la Altagracia. Durante un tiempo largo, este siervo de la comunidad Cristo Vivo se desplazó al extranjero en búsqueda de informaciones y testimonios, principalmente fue a Sevilla, España, ciudad de donde, según la tradición, procede la imagen original de la Altagracia.
Incluso fundamentos de la imagen que eran desconocidos aparecen en el libro de este hombre que lleva más de un cuarto de siglo viviendo y evangelizando junto a su esposa Nidia en República Dominicana, principalmente a peregrinos de diversos países que acuden todos los 21 de enero a la Basílica de la Virgen en Higüey, por motivos de fe o en busca de sanación física o espiritual. Los devotos de la Altagracia encuentran en la obra de Fleury el significado del cuadro de la Virgen y todos sus detalles.
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