Los vientos agitan hoy con mayor gracia al lienzo patrio, que con todo esplendor ondea en el tope del orgullo dominicanista, para expresar regocijo por la conmemoración del 167 aniversario de la Independencia Nacional, trascendente efeméride que anunció el nacimiento de una república libre e independiente de toda potencia extranjera.
La proclama del 27 de febrero de 1844 rompió amarras de la dominación haitiana y sembró el árbol de la redención que ha de cobijar por siempre irrenunciables principios de libertad y soberanía, legados por los padres de la nacionalidad.
A la empresa independentista se sumaron “hombres sin juicio y sin corazón”, que no tardaron “en conspirar contra la salud de la patria”, por lo que antes de conquistar el laurel de la victoria, la traición se enseñoreó contra el padre de la nacionalidad y sus compañeros trinitarios.
Ante el encendido de la tea de la discordia, un premonitorio Juan Pablo Duarte clamó a Dios concederle “salud, corazón y juicio” y “fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi patria libre, independiente y triunfante”.
Aunque anexionistas y conservadores siguieron el ideal duartiano como falsos apóstoles, pudo más que la traición y la falsía de éstos, el honor, valor, lealtad y dignidad de Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Juan Isidro Pérez, Félix María Ruíz, Felipe Alfau, José Maria Serra, Juan Nepomuceno Ravelo, Jacinto de la Concha, Pedro Alejandrino Pina y Benito González entre otros patricios.
Es por eso que tras el trabucazo de Mella en la Puerta de la Misericordia, el movimiento independentista tomó ímpetu de gran oleaje que anegó con sus ansías libertarias toda la geografía del Santo Domingo Español.
Al festejarse hoy el 167 aniversario de la Independencia Nacional, los dominicanos están compelidos a defender como niñas de propios ojos, los sacrosantos valores éticos y patrióticos que legaron los fundadores y forjadores de la nacionalidad.
A las presentes y futuras generaciones se les ha conferido el compromiso de ser celosos guardianes de los bienes más preciados de la Patria de Duarte: Libertad, soberanía y justicia, dones imprescindibles para que la bandera tricolor ondee orgullosa en el firmamento de los pueblos libres, por los siglos de los siglos.
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